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sábado, 29 de diciembre de 2007

Horario poco habitual

Creo que es la primera vez que preparo un desayuno así.

Hay días, ya sean laborales o festivos, que al poquito de levantarte ya sabes lo que quieres hacer, y con frecuencia van engranando cada una de las cosas que tenías prevista, de forma que el día transcurre casi sin darte cuenta, de lo bien que va.

Hay días, que sin saber porqué te levantas en un horario poco habitual.

Hoy empecé el día así, y ha ido casi casi a mejor.

Es lo que tiene levantarse a una hora que no es la habitual, que hasta que coges el ritmo, hasta que encuentras la forma de empezar el día, te encuentras un poco perdid@.

Al estar en la cocina, sin saber si desayunar, si salir sin comer, recordé los desayunos que en ocasiones preparaba mi padre, a base de café con leche, papas recién fritas y pan.

Acercarme a comprar el pan, hecho de hoy. Saludar a esa hora tan poco habitual a quien andaba ya por la calle. Dejar un poco de lado la rutina, y ponerme a pelar las papas, esperar por el aceite para poder freírlas.

Ya con el café con leche, el plato de papas fritas, empezar a comer, bocados de pan, para no quemarme con las papas recién sacadas de la sartén. Alguna que otra papa que sigue quemando, y que va derechita a refrescarse un momento en el vaso de café con leche, lo que le da un sabor diferente, algo especial.

Por supuesto que ha merecido la pena levantarme a esa hora inusual.

domingo, 16 de diciembre de 2007

Desayuno Especial

Hay culturas que consideran el desayuno como una de las principales comidas del día. Después de casi ocho horas de descanso, es normal levantarse con ganas de comer.

Lo normal era un desayuno preparado por mi madre. Rico, sencillo, rápido, habitual. Entre que nos duchábamos, cogíamos los libros para ir a clase, discutíamos un poco, como buen@s herman@s, hacíamos enfadar un pisco a mi madre, mientras intentaba que además de desayunar, nos vistiéramos, que no se nos hiciera tarde.

Algunos días el desayuno era diferente. Siempre en Festivos. Siempre de madrugada. Siempre sabroso.

Habían días que antes de que saliera el Sol, antes de lo que teníamos previsto, nos llamaba, nos despertaba, y a base de insistir, conseguía que nos levantáramos, y que sin lavarnos apenas la cara, sin quitarnos las legañas, nos dirigíamos a la cocina.

Esos días, el desayuno era sencillo, con cariño, sabroso.
Esos días, que en vez de desayunar y salir, mi padre se quedaba un poco más en casa, se quedaba en la cocina, y preparaba un par de platos de papas fritas. Si, papas fritas de las de antes, las de todas la vida, recién peladas y cortadas, recién fritas, todavía 'quemando', con un poquito de sal (gorda).

El complemento inicial para esas papas fritas en el desayuno, era una taza de café con leche, bien calentito, cargado de café, con un 'cacho' de pan en la mano, "Una papa frita, para no quemarme un bocado al pan, y para no atragantarme, trago de café con leche", y así, una y otra vez.

Esa mezcla de sabores, de las papas fritas, con el pan calentito, con el sabor del café con leche, todavía lo tengo presente. Pocas veces he vuelto a desayunar de esa forma. Pero es algo que estoy en vías de solucionar.